por Irma Egoavil
La semana pasada participé en el foro “Mujeres que abren caminos en la industria farmacéutica” y una de mis primeras intervenciones, además de agradecer a las colegas que me acompañaban, fue señalar esa mezcla de honor y extrañeza por ser parte de un foro que de alguna manera celebraba que durante los últimos dos años la industria farmacéutica ha estado representada por tres mujeres. El que eso parezca algo extraordinario habla de los retos que aun tenemos en temas de equidad e igualdad de oportunidades para que las mujeres sean parte de los consejos directos y de los puestos de direcciones ejecutivas.
Mi historia en la industria farmacéutica empieza como la de muchas otras: con inspiración y una familia que siempre me apoyó. Estudié medicina y cuando terminé la carrera me di cuenta de la importancia de que existan alternativas para cubrir las necesidades sociales en nuestro país. Mi primer acercamiento con esta industria fue desde la óptica médica y poco a poco me fui involucrando en otras áreas. Quizá uno de los aspectos más reveladores, y que ha influido en que lleve 23 años trabajando en este sector, fue darme cuenta que desde esta trinchera podía seguir contribuyendo a cambiar la vida de los pacientes de una forma más amplia.
Siempre he tenido la fortuna de trabajar en empresas que busquen desarrollar el talento de las mujeres y me he sumado a esos esfuerzos no solo por mi género sino por varias razones que van desde la aritmética básica (las mujeres somos el 50% de la población, no involucrarnos en la toma de decisiones es perderse el 50% del talento); hasta la total convicción: la diversidad de género y de pensamiento es lo que enriquece a un comité ejecutivo. Más aun, la diversidad -más allá del género- es lo que nutre a una organización de nuevas perspectivas para encontrar soluciones innovadoras. Si en una empresa no promueve políticas de diversidad e inclusión, me temo está condenando su estrategia, su implementación y su competitividad. (Un estudio de la Organización Internacional del Trabajo reveló que cuando los equipos directivos tienen una masa crítica de por lo menos 30% de mujeres hay mejores resultados corporativos).
En el foro mencioné que de las 39 empresas asociadas a AMIIF solo cinco son dirigidas por mujeres. Y el dato aislado ciertamente no es alentador, reconocerlo es el punto de partida, para destacar las acciones, que harán la diferencia:
Hoy 72% de las empresas de AMIIF cuentan con políticas de igualdad y no discriminación; 21 empresas participan en el Ranking PAR de equidad de género; dos terceras partes de nuestras empresas cuentan con programas de mentoría o tutoría interna. Todo esto, sumado a las decenas de programas enfocados en la equidad de género que implementan nuestras empresas, ha logrado que la participación de mujeres en el sector de innovación farmacéutica haya pasado de 40% en 2019 a 52.36% en 2020.
¿Falta mucho por hacer? Sin duda. Por eso es muy importante que las compañías tengan políticas y procedimientos que fomenten la diversidad y la inclusión y que promovamos los liderazgos inclusivos: Las diferencias te fortalecen y te ayudan a tomar mejores decisiones.
Lograr que más mujeres lleguen a la cima se impulsa a nivel social, institucional e individual. Nuestros pares masculinos son fundamentales para que esto suceda, así como es vital que creamos en nosotras. ¡Qué nos la creamos! Análisis demuestran que solo 7% de las mujeres creen que un logro fue resultado de lo que ellas hicieron y solo el 15% negocia su salario. Queda mucho camino por recorrer, estemos abiertas a tomar riesgos y equivocarnos, porque solo así aprendes y creces. Como diría Beckett: “Try again. Fail again. Fail better”. Cada día se construye una red de apoyo y de confianza para que las mujeres lleguen a dónde quieran. Ambición y talento sobran.
Irma Egoavil es presidenta de AMIIF y Directora General de Novartis Oncología.