La seguridad del paciente es fundamental para la investigación y el desarrollo de todas las vacunas. Los fabricantes de vacunas deben seguir estrictos procesos científicos y de las autoridades de salud para producir una nueva vacuna disponible para el público, incluso durante la pandemia actual.
Como todas las vacunas, las vacunas COVID-19 son sometidas a diversas etapas de aprobación, que incluyen:
- Etapa exploratoria de “prueba de concepto”.
- Etapa preclínica (a menudo incluye estudios en animales).
- Desarrollo clínico (que incluye las fases 1-3 de ensayos clínicos con humanos).
- Revisión, autorización o aprobación de las autoridades de salud.
- Producción y control de calidad.
Al igual que todas las demás vacunas y medicamentos, las vacunas COVID-19 únicamente son autorizadas o aprobadas para uso público en general después de:
- Ser probadas minuciosamente en ensayos clínicos con decenas de miles de personas.
- Un grupo independiente de expertos revisa cuidadosamente todos los resultados de los datos arrojados por los ensayos clínicos y científicos, junto con autoridades de salud, y únicamente se autorizan para su uso público en general si los beneficios de la vacuna superan los riesgos conocidos y posibles de contraer una infección por COVID-19.
Los ensayos clínicos también ayudan a encontrar problemas médicos graves (llamados eventos adversos graves) que pueden presentarse poco después de recibir una vacuna. Sin embargo, los problemas médicos raros (poco frecuentes) y los que solo se manifiestan a largo plazo solo podrán detectarse después de que grupos grandes de personas se hayan vacunado. Es por ello que los investigadores y las autoridades de salud monitorearán continuamente ese uso para verificar que no surjan problemas de seguridad y que las vacunas continúen funcionando bien en diferentes grupos de personas a lo largo del tiempo. Las autoridades de salud también verifican efectos secundarios muy raros o efectos secundarios que pueden manifestarse solo después de uso prolongado.