El pasado 17 de septiembre, el Día Mundial de la Seguridad del Paciente estuvo centrado en la seguridad de los medicamentos bajo el lema “Medicación sin daño”. La Organización Mundial de la Salud (OMS) impulsa la fecha para concientizar sobre los daños que pudieran ocasionar los medicamentos si se almacenan, recetan, dispensan o administran de manera incorrecta.
En este sentido, desde la industria farmacéutica impulsamos constantemente la práctica de la farmacovigilancia, una ciencia rigurosa que comprende la detección, evaluación, comprensión y prevención de los eventos adversos vinculados a los medicamentos. En ella se ven involucrados todos los actores que participan en el proceso de fabricación, investigación, comercialización, prescripción y uso de un medicamento.
Y si bien la conmemoración se centra en los medicamentos “tradicionales” (de síntesis química), los avances en terapias o dispositivos médicos basados en inteligencia artificial (IA), nos llaman a repensar y ampliar el concepto de seguridad del paciente, a fin de plantear normativas que consideren la interacción de las personas con una gama mayor de soluciones de salud.
En esta editorial de Nature, se toma como ejemplo la IA y las consideraciones que pueden guiar el desarrollo preclínico de dispositivos y su entrada formal al mercado, asegurando que las intervenciones sean efectivas y seguras para las y los pacientes.
Asimismo, se plantea la necesidad de delimitar la forma en que tanto los fabricantes como el personal médico y los pacientes, estarán involucrados en el seguimiento y reporte de eventos adversos, tal como ocurre con la farmacovigilancia.
Resulta urgente ampliar la conversación sobre lo que significa la seguridad de los pacientes en nuestros días, y cómo podemos colaborar todos los actores del ecosistema de salud para que esa seguridad se vea garantizada en la medida en la que se siguen desarrollando innovaciones en el área de la salud.