El cuerpo humano viene equipado con un extraordinario mecanismo de defensa interna: el sistema inmunitario. La farmacología clínica ha aprovechado esta capacidad de nuestro organismo para desarrollar medicamentos que estimulan las funciones del sistema inmunitario de la manera apropiada para combatir enfermedades, ya sea inhibiendo, activando o induciendo respuestas específicas del sistema.
Las inmunoterapias han sido utilizadas desde hace ya más de 200 años, empezando con la vacuna para la viruela desarrollada por Edward Jenner a finales del siglo XVIII, y en la actualidad es un método ampliamente utilizado para el tratamiento de diversas afecciones; para finales de los 80 daría inicio la investigación y desarrollo de anticuerpos diseñados para inmunoterapias dirigidas al tratamiento del cáncer, y en 1997 la FDA aprobó el primer anticuerpo para el tratamiento del cáncer.
En 1987, un equipo de investigadores franceses identificaron una receptor proteico situado en la membrana de los linfocitos T, el antígeno 4 del linfocito T citotóxico o CTLA-4, el cual inhibe la función del linfocito T; la investigación se centró entonces en el desarrollo de un anticuerpo dirigido a bloquear al CTLA-4 y así impedir que este a su vez bloqueara a las células T. Años después, en 1996, el inmunólogo James Allison publicó en la revista Science un artículo que indicaba que los anticuerpos contra el CTLA-4 eliminaban tumores en ratones. De igual manera, el descubrimiento de la molécula PD-1 (otro inhibidor de los linfocitos T) por un biólogo japonés a principios de los 90, impulsó el progreso de la inmuno-oncología y el desarrollo de anticuerpos específicos. El tratamiento con un anticuerpo dirigido a la PD-1 resultó tener una eficacia inesperada.
En 2010, la farmacéutica Bristol-Myers Squibb reportó que un grupo de pacientes de melanoma metastásico había mostrado una supervivencia promedio de 10 meses al estar siendo tratados con el anticuerpo anti CTLA-4, a diferencia de aquellos que no recibieron el anticuerpo y que sobrevivieron solo 6 meses. De hecho, cerca de una cuarta parte de los pacientes sobrevivieron por lo menos dos años; esta fue la primera vez que un tratamiento extendió la vida de pacientes de melanoma avanzado en un ensayo clínico aleatorizado. La firma posteriormente desarrolló un nuevo tratamiento elaborado a partir de un anticuerpo dirigido a la molécula PD-1, Nivolumab, que recibió aprobación de la FDA en los Estados Unidos en diciembre de 2014 y que en fecha reciente recibió también la aprobación de la Comisión Federal para la Protección contra Riesgos Sanitarios (COFEPRIS) en nuestro país.
Nivolumab es el primer tratamiento inmuno-oncológico indicado para cáncer de pulmón de células no pequeñas, carcinoma renal avanzado y melanoma metastásico aprobado en México, representando un importante avance para el sistema de salud pública y una esperanza para los afectados por estas enfermedades, que cada vez son más en todo el mundo.
De igual manera, el medicamento Pembrolizumab, de la empresa Merck Sharp & Dohme (MSD), fue autorizado recientemente por la COFEPRIS como tratamiento inmuno-oncológico de segunda línea para pacientes con cáncer de pulmón de células no pequeñas con metástasis y para pacientes con melanoma avanzado. El Pembrolizumab también está dirigido a la molécula PD-1, con la peculiaridad de que este medicamento utiliza los ligandos PD-L1 y PD-L2 como biomarcadores para optimizar la respuesta del tratamiento.
La inmuno-oncología es uno de los avances más importantes de los últimos años en el campo de la medicina y ha mostrado resultados muy prometedores, pero aún falta un largo camino por recorrer.
Para entender mejor la diferencia entre las terapias convencionales para el cáncer y la inmunoterapia, podemos imaginar nuestro cuerpo como un jardín en el que las plantas sanas representan a nuestras células sanas, las células cancerosas son representadas por hierba y la tierra del jardín es el equivalente a nuestro sistema inmunitario.
La cirugía, la radiación, la quimioterapia y la terapia dirigida, son procesos ‘externos’ – por así decirlo – que pueden afectar a las células sanas más fácilmente que la inmunoterapia. La inmuno-oncología se enfoca en los puntos de control inmunitario, como si a la tierra de nuestro jardín le añadiéramos un fertilizante especial que le permite identificar y atacar directamente a la hierba (la célula cancerosa), sin afectar a las demás plantas y ofreciendo efectos a largo plazo. Por supuesto que este ‘fertilizante’ tiene que ser administrado en dosis adecuadas, o también podría tener consecuencias negativas (puede visitar la página -en inglés- de Bristol-Myers Squibb para una explicación gráfica de esto, aquí: http://www.immunooncology.bmsinformation.com/how-io-is-different)
El sector salud en el mundo entero se ve sustancialmente beneficiado con el advenimiento de estos nuevos procesos de terapia oncológica y el futuro es promisorio, como se demuestra en numerosos estudios clínicos que han ayudado a ir despejando dudas y aclarando controversias al respecto, y el sistema de salud en México se ve particularmente beneficiado gracias al interés de la comunidad médica y la participación de la industria farmacéutica no solo en proyectos de investigación y desarrollo sino también en programas de difusión como la Conferencia Internacional de Inmuno-Oncología, organizada por el Instituto Nacional de Cancerología junto con otras asociaciones e instituciones del ramo, y que cuenta con la participación de expertos de Canadá, Estados Unidos y México.
Fuentes:
http://science.sciencemag.org/content/342/6165/1432.full
https://es.wikipedia.org/wiki/Inmunoterapia_contra_c%C3%A1ncer
http://www.congresoinmunooncologia.mx/
http://www.nejm.org/doi/full/10.1056/NEJMoa1003466#t=article