El dolor crónico es uno de los problemas de salud pública más subestimados en el mundo. Afecta al 10% de la población mundial. En América Latina entre el 27% y el 42% de la población padece esta condición, lo que representaría casi el doble de la incidencia global de esta patología y, de acuerdo con el Dr. João Batista García, presidente de la Federación Latinoamericana de Asociaciones para el Estudio del Dolor: La “realidad en Latinoamérica es el subtratamiento del dolor: tenemos pocos medicamentos disponibles y los pacientes no tienen acceso a los tratamientos adecuados. Enfrentamos un desafío enorme, que amerita un genuino compromiso para aliviar el sufrimiento de millones de personas que viven con dolor en la región”.
En medio de este panorama poco alentador es que llega el exhorto del Consejo de Salubridad General (CSG) a los integrantes del Sistema Nacional de Salud para que proporcionen información relevante sobre la atención del dolor crónico y la aplicación permanente de la medicina paliativa que brindan a la población adulta y pediátrica en México.
Desde hace mucho tiempo sabemos que la sencillez del paradigma biológico: “remediar la enfermedad para que desaparezca el dolor” es incapaz de dar cuenta de la enorme variedad de dolores que afligen a las personas. Este paradigma, que consideraba al dolor un síntoma y no una enfermedad, ha quedado atrás. Ahora sabemos que el dolor es una interacción extremadamente compleja entre el cerebro, el sistema nervioso central y el resto del cuerpo.
En México carecemos de información estadística que permita conocer el impacto del dolor crónico en la población general, pero la información que recabe el CSG será de enorme importancia para comprender cómo estamos entendiendo y tratando el dolor en México y, más importante aún, servirá para evitar que millones de personas sigan sufriéndolo innecesariamente.