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La demencia es una de las principales causas de discapacidad y dependencia entre las personas mayores en todo el mundo. Se trata de un síndrome caracterizado por el deterioro de la función cognitiva (la capacidad de procesar el pensamiento) que afecta la memoria, el pensamiento, la orientación, la comprensión, el cálculo, la capacidad de aprendizaje, el lenguaje y el juicio.

También puede ser una condición abrumadora no solo para quien la presenta, sino también para los familiares y cuidadores, ya que implica altos costos financieros y emocionales. En este texto, Paola Pedroza, investigadora del Instituto de Métricas y Evaluación de la Salud (IHME) señala que en 2019 había aproximadamente 57 millones de personas que vivían con demencia en todo el mundo.

En el mismo año, el gasto de atención médica para estos pacientes fue de más de 590 mil millones de dólares. La mayoría del gasto mundial se produjo en países de ingresos altos (casi nueve de cada diez dólares), aunque es en los países de ingresos medios y bajos donde viven la mayoría de personas con demencia.

Pedroza también abunda en las disparidades de opciones de cuidado. Mientras en los países de ingresos altos los pacientes y sus familiares recurren a los hogares de cuidado de ancianos, en muchos otros países esta no es una opción viable debido a los costos, a la falta de acceso o porque dichos centros no son la norma social.

Quienes deciden cuidar a sus familiares en el hogar tampoco lo encuentran fácil, pues enfrentan factores estresantes financieros, sociales y psicológicos que tienen un impacto en su salud física y mental. Además, la prestación de cuidados en casa afecta de forma desproporcionada a las mujeres, que son responsables de cerca del 70% de las horas de atención no remunerada. Las personas con demencia necesitan de cuidados las 24 horas del día y esto plantea desafíos para las familias, como encontrar la atención adecuada, administrar sus finanzas y navegar por el sistema de atención médica mientras afrontan esta nueva realidad.

Las proyecciones para 2050 estiman que la cantidad de personas con demencia se duplicará y que la atención para ellas representará casi uno de cada cinco dólares gastados en salud a nivel mundial. Ante este escenario, Pedroza señala la urgencia de dar prioridad a la prestación asequible de atención de la demencia y garantizar que las y los pacientes tengan acceso a la mejor atención disponible, al tiempo que se protege a cuidadores y familiares del agotamiento, el aislamiento y las dificultades financieras.

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