Por Unjela Kaleem, Directora de Comunicación de IFPMA
Todavía está por verse el efecto general de los avances tecnológicos en nuestro estilo de vida, pero es difícil negar el impacto positivo que ha tenido la tecnología en las condiciones sociales, políticas, económicas y religiosas de las mujeres en comunidades alrededor del mundo. Aún queda mucho camino por recorrer para alcanzar la igualdad, pero si no fuera porque ahora vivimos en una aldea global cibernética, campañas como #SheDecides, #heforshe y #MeToo no hubieran cobrado fuerza a nivel mundial, llevando a la ‘mayoría silenciosa’ a compartir sus experiencias y opiniones y a exigir cambios.
Para la gran mayoría de las mujeres alrededor del mundo, tener acceso a información, y por ende a sus derechos, es comparativamente más fácil ahora que antes. El cambio de tendencias es evidente, y no solamente en las industrias de alta tecnología o de entretenimiento, sino a lo ancho del panorama político y económico. De igual manera, algunas sociedades socialmente conservadoras están cambiando sus leyes para facilitar la participación de las mujeres en actividades importantes como ejercer su derecho al voto, adquirir una licencia de manejo o ejercer su derecho a viajar. Hasta las discusiones teológicas reconocen el impacto devastador que tiene la ausencia de mujeres en las altas esferas, donde se toman las decisiones.
Pero tenemos que ir aún más lejos. Tenemos que promover la igualdad de género en el ámbito de la salud, como inversión y requisito para la creación de economías más sustentables y sociedades más equitativas en todo el mundo. Es un valioso bien social que compartimos.
Cito a Michelle Bachelet, ex-presidente de Chile y actual Alta Comisionada de la ONU para los Derechos Humanos: “uno de los factores sobre los cuales depende la economía de un país es su capital humano. Si no brindas a las mujeres acceso adecuado a la atención sanitaria, educación y trabajo, pierdes al menos la mitad de tu potencial. La paridad de género y el empoderamiento de las mujeres traen consigo enormes beneficios económicos.”
ONU Mujeres ha expresado desde hace tiempo que cerrar las brechas de género es esencial para alcanzar las metas de la agenda 2030 para el desarrollo sostenible, entre ellas las metas sanitarias. A su vez, el Foro Económico Mundial describe a la salud como un elemento central para alcanzar los demás objetivos, ya que las mujeres saludables y con mayor nivel educativo tienen niños más saludables y con mayor nivel educativo, creando así un círculo virtuoso de desarrollo.
Según el Instituto Europeo de la Igualdad de Género, mejorar la paridad de género y empoderar a las mujeres aumentaría de 6.1 a 9.6% el PIB per capita europeo, llevándolo de 1.95 a 3.15 billones de euros. Imaginemos ahora el impacto que tendría en una región como África, donde la brecha de género en el Sub-Sahara cuesta 100 mil millones de dólares al año.
A pesar de los datos y las pruebas empíricas disponibles, los gastos en salud, en particular en países de ingresos bajos y medianos, siguen siendo la prioridad más baja. No sorprende, tampoco, que sean las mujeres y los niños quienes más sufren los efectos negativos, ya sea por una infraestructura física deficiente que afecta el acceso a los servicios sanitarios o simplemente por la falta de voluntad política para priorizar los temas de salud.
He trabajado alrededor del mundo con diversos sectores, desde lo multilateral a lo privado y con los sectores de desarrollo y noto que el modelo más sostenible, por mucho, en cuanto a escala e impacto directo sobre la comunidad, ha sido el de los programas de alianzas público-privadas. La inversión en programas de participación comunitaria que promueven el acceso más amplio y fácil a la educación y atención sanitaria ayudan a cerrar muchas brechas atroces.
La industria farmacéutica contribuye al cierre de estas brechas al invertir en investigación médica y en el acceso a mejores servicios de salud y educación. La iniciativa MomConnect, por ejemplo, en alianza con el ministerio sanitario de Sudáfrica, ha entrenado a 34,887 trabajadores sanitarios desde el 2014 para mejorar el acceso y el apoyo diagnóstico a mujeres embarazados. Otro iniciativa llamada Access Accelerated se enfoca en mejorar la educación de las niñas en secundarias en Liberia en materias de STEM (ciencia, tecnología, ingeniería y matemáticas), facilitando que estudiantes como Theresa Nagbe y Omue Jaaliah estén más cerca de lograr su sueño de convertirse en doctoras. Adicionalmente, las empresas ahora invierten en programas de modificación de comportamiento para controlar la incidencia creciente de enfermedades no transmisibles. Es esencial también empoderar a las mujeres en las sociedades y regiones más pobres del mundo para que se conviertan en profesionales de la salud. Hay millones de trabajos en este sector que están en riesgo de quedar vacantes a menos de que se dé prioridad al tema. A nivel mundial, las mujeres representan hasta el 70% del personal sanitario, en función de enfermeras y cada vez más como doctoras. Las mujeres contribuyen 3 billones de dólares a la atención médica mundial.
Sin embargo, es innegable la evidencia de que en el mundo hay más de 2.7 mil millones de mujeres a quienes se les restringe por ley el acceso a la gama de opciones laborales que tienen los hombres. También es más probable que las mujeres sean mal pagadas, estén en mayor riesgo de caer en desempleo y se hallen sobre-representadas en empleos vulnerables, que incluyen los más afectados por el cambio climático y los de mayor susceptibilidad a las enfermedades, sin acceso a prestaciones sanitarias y con mayor probabilidad de una muerte temprana. Las mujeres sufren las peores consecuencias de las malas condiciones sanitarias y exacerban la pobreza en sus casas, donde brindan la inmensa mayoría del trabajo de cuidado (sin paga). Todas estas desventajas se convierten en mala salud.
Por ende, empoderar a las mujeres y a las niñas es bueno no solamente para su propia salud. Es, como expresan los investigadores del FMI, ‘economía inteligente’, ya que aumenta la productividad y hace que las instituciones sean más representativas y responsables.
Publicado originalmente en PharmaBoardroom.