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En los últimos meses nos hemos familiarizado con el término ARN (ácido ribonucleico),  gracias a que esta tecnología se ha utilizado para el desarrollo de vacunas contra la covid-19.  De manera histórica, las vacunas se han desarrollado con patógenos debilitados o inactivos para que nuestro cuerpo aprenda a reconocerlos y desarrolle inmunidad. Con el uso de ARN mensajero, en lugar de introducir material viral, se proporcionan las instrucciones genéticas para producir un antígeno. Una vez que el cuerpo comienza a producir estos antígenos, el sistema inmunológico puede aprender a reconocerlos y desarrollar inmunidad.

Los ARN son algunas de las moléculas más importantes y se encuentran en todas las células del cuerpo, jugando un papel importante en el flujo de nuestra información genética.  Esto los pone como una gran herramienta para los investigadores y para el desarrollo de soluciones de salud que van más allá de las vacunas.

Por ejemplo, en el desarrollo de tecnologías de diagnóstico y como complemento de las biopsias líquidas, se aborda la posibilidad de que midiendo los niveles de ARN particulares, muchas enfermedades se pueden diagnosticar en etapas más tempranas, incluso algunos tipos de cáncer, enfermedades neurodegenerativas y cardiovasculares.

En el desarrollo de nuevos medicamentos, se exploran opciones que se dirigen al ARN y que pueden personalizarse, sobre todo para el tratamiento de enfermedades raras y trastornos sanguíneos, como la anemia de células falciformes.

Los avances en terapias y diagnósticos ARN continúan y la meta es el desarrollo de más y mejores opciones, más fáciles de administrar y que contribuyan a mejorar la calidad de vida de los pacientes.

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