Por Thomas B. Cueni
Hace setenta años, el promedio de esperanza de vida a nivel mundial era de 47 años. Hoy es de 72 años. Hace setenta años, 50 millones de personas alrededor del mundo se contagiaron de viruela. Hoy ninguna, pues la viruela ha sido erradicada. Gracias a iniciativas como Gavi, the Vaccine Alliance, en la actualidad, más del 80% de los niños reciben inmunización temprana. El estado de la salud del mundo es mejor ahora que en cualquier otro momento, aunque haya titulares negativos: zika, brotes de ébola, la falta de una cura para el Alzheimer. La investigación biomédica exitosa ha contribuido de manera significativa, junto con los avances en higiene, sanidad y voluntad política mundial, a este progreso fenomenal en salud mundial.
Aun así, en el debate público frecuentemente se critica a la industria farmacéutica por los valores que guían su conducta. Uno se pregunta ¿por qué esta industria queda tan expuesta en el debate público? y la respuesta, posiblemente, se encuentra en la naturaleza de nuestro negocio. A diferencia de cualquier otra industria que comercializa bienes, nuestras innovaciones pueden salvar vidas. Esto lleva a que la sociedad tenga mayores expectativas de que la industria alcance los estándares más altos de seguridad y eficacia en medicamentos al mismo tiempo que asegure prácticas éticas empresariales. Las empresas que comparten, en su declaración de misión, el priorizar a los pacientes, no deben sorprenderse si la crítica es álgida cuando algo sale mal.
La ética como faro
Es fácil demostrar el impacto de las malas decisiones comerciales, pero la decisiones éticas también afectan el balance final. Un análisis de Ethisphere, una institución que define y avanza los estándares de prácticas éticas de negocio, ha demostrado que podría haber una ‘prima ética’ de 6.4% en la bolsa de valores. La ética y el valor económico están entrelazados. De acuerdo al Banco Mundial y al Banco Europeo de Reconstrucción y Desarrollo (BERD), más del 70% de las pequeñas y medianas empresas (PYMES) en las economías en transición ven a la corrupción como una barrera a su negocio, y un tercio de ellas juzga a la corrupción como un obstáculo importante al comercio [1]. Las consecuencias de la corrupción incluyen mayor desconfianza de los consumidores, condiciones injustas de negocios y/o oportunidades comerciales inaccesibles, limitaciones a la innovación e inversión, normativas onerosas y diferencias normativas entre países que llevan a costos elevados de negocio y a mayores riesgos legales. Hay por tanto una fuerte motivación económica y empresarial por fomentar la conducta ética, ya que las empresas en general, y las PYMES en particular, son el motor del crecimiento económico y requieren ambientes corporativos éticos para poder operar e innovar.
En cuestiones éticas, nuestra industria ha estado y permanece a la vanguardia. Me enorgullece estar asociado con la colaboración público-privada más grande del mundo que tiene la finalidad de fortalecer prácticas éticas de negocio en la industria de dispositivos médicos y el sector biofarmacéutico: la Iniciativa de Ética Empresarial en PYMES de APEC.
APEC (el Foro de Cooperación Económica Asia-Pacífico) ha demostrado un gran liderazgo para facilitar el crecimiento económico, la colaboración, el comercio y la inversión en la región. Y las posibles recompensas de mejorar la ética de negocios en esta región son considerables, ya que los países miembros de APEC representan aproximadamente 60% del PIB del mundo ($19.254 trillones de dólares) y 47% del comercio mundial.
La Iniciativa de Ética Empresarial de APEC aborda un reto importante de las pequeñas y medianas empresas en sectores destinatarios y en economías en desarrollo (por ejemplo en la identificación e implementación rentable de los más altos estándares de prácticas éticas de negocio) y, más aún, plantea también una visión colaborativa para la región entera. Esta visión demuestra cómo la práctica ética empresarial puede apoyar la innovación y fortalecer el crecimiento económico, aumentar la competitividad, promover el comercio transfronterizo, reducir residuos públicos y mitigar cargas reglamentarias. De manera importante, puede también fortalecer los sistemas de salud y mejorar los resultados de los pacientes, fomentar la confianza pública en los sistemas de atención sanitaria, promover el acceso a productos que salvan vidas y reforzar y aumentar capacidades innovadoras. Los resultados son extraordinarios. En cinco años, la iniciativa ha logrado la adopción casi universal de códigos de ética por parte de asociaciones de las industrias de tecnología médica y biofarmacéutica dentro de sus países miembros y se han duplicando el número total de códigos (de 37 a 77), incluyendo a diez economías donde anteriormente no existían (Chile, China, Indonesia, Malasia, Perú, las Filipinas, Singapur, Taipei Chino, Tailandia, Vietnam).
Los altos estándares de la práctica ética de negocio son parte ahora de la actividad normal de más de 18,000 empresas, logrando avances reales para elevar las exigencias éticas y sentando una base sólida para la confianza en el sector de salud. La velocidad de este logro se comprende mejor al reconocer que los 37 códigos iniciales de la región en estos sectores tomaron más de tres décadas en desarrollarse. Estos esfuerzos continuarán tomando forma y y se les dará un impulso adicional en el foro de APEC de Ética Empresarial en PYMES en Santiago de Chile en septiembre de 2019. Como copresidente de la industria, me emociona participar en estas discusiones y aportar las contribuciones de IFPMA.
Aunque el núcleo del trabajo de la industria biofarmacéutica de innovación es el descubrimiento de nuevos medicamentos y vacunas, también debe desarrollar, promover, vender y distribuir estos productos de manera ética y conforme a las normas y reglamentos para medicamentos y atención sanitaria. No se trata solamente de qué logra la innovación farmacéutica, sino de cómo lo logra.
Colaboración ética
Un sistema eficiente de salud depende de la confianza mutua entre pacientes, profesionales sanitarios, reguladores y empresas farmacéuticas. El día de hoy, las organizaciones globales que representan a médicos, enfermeros y trabajadores de hospitales prestan mucha importancia a la cultura ética. El cuidado centrado en el paciente ha surgido, significativamente, en las últimas décadas como la solución para mejorar los sistemas de salud. Es un cambio importante que va de “el médico siempre tiene la razón” a un nuevo pacto entre pacientes y profesionales sanitarios donde los pacientes están activamente involucrados en cada paso de la toma de decisiones respecto al efecto que tienen los medicamentos en su bienestar. Sin embargo, para empoderar a los pacientes se requiere un entorno adecuado, basado en la confianza. Se ha comprobado que la confianza es un factor crítico que influye en la toma de decisiones sobre tratamientos, incluyendo que un paciente acepte un tratamiento y que esté de acuerdo con seguir la prescripción de medicamentos.
Por esta razón, además de asegurar la igualdad de condiciones en relación a la implementación de códigos de ética, es esencial también crear marcos éticos basados en el consenso de múltiples interesados en todos los sistemas de la salud. En el 2016, los primeros acuerdos marco que involucran a todos los sectores de la economía se concluyeron en Canadá, Chile, Perú y las Filipinas, uniendo a la industria, las asociaciones de profesionales sanitarios, las organizaciones de pacientes y los gobiernos. Fue alentador ver que a lo largo del verano pasado también se finalizaron marcos en Australia, China, México, Tailandia, Japón y Vietnam.
A nivel global, la industria biofarmacéutica de investigación y desarrollo impulsó en Ginebra, en el 2014, un marco de consenso para la colaboración ética que fue respaldado por pacientes (Alianza Internacional de Organizaciones de Pacientes – IAPO), enfermeras (Consejo Internacional de Enfermeras– ICN), farmacéuticos (Federación Internacional de Farmacéuticos– FIP), médicos (Asociación Médica Mundial– WMA) y nuestra industria. Todos los involucrados comparten el interés mutuo de asegurar que las interacciones entre pacientes, profesionales sanitarios, el sector farmacéutico y sus organizaciones estén basadas en decisiones éticas y responsables.
Estos aliados forman parte de un ecosistema de salud ético que mantiene a las personas siempre al centro ya que los pacientes necesitan poder confiar en las interacciones entre la industria farmacéutica, profesionales sanitarios y representantes médicos. Dado que las prácticas que eran aceptables y normales hace algunos años posiblemente ya no lo son, IFPMA ha revisado y re-lanzado el primero de enero del 2019 su Código de Buenas Prácticas mundial al igual que su marco ético.
Más que un código
Pero mejorar las conductas éticas -y aumentar los beneficios indudables que ofrecen a la economía- no significa que los negocios y la innovación deban cumplir solamente con códigos y marcos de consenso. Para ser fiables y cumplir las expectativas de la sociedad, tenemos que hacer más para alcanzar a todos los pacientes, sin importar sus circunstancias económicas. La inversión en infraestructura sanitaria, y los medios para prestar servicios y prevención deben ser parte del diálogo.
Al día de hoy, más de la mitad de la población global se ve forzada a pagar el costo completo de sus medicamentos, lo que posiblemente pone una enorme presión sobre las finanzas del paciente y su familia. El progreso mundial será limitado mientras que no alcancemos la cobertura universal de salud.
Esto requiere una reinvención política ya que es muy común que los gobiernos se preocupen por el costo de tratamientos y la prevención sin considerar el costo de la inacción. Para lograr mejores resultados, más rápido, necesitamos alianzas de todo tipo. Las colaboraciones son esenciales para mejorar el acceso a soluciones sanitarias por medio del fortalecimiento de los sistemas de salud: 90% de las medicinas “esenciales” son genéricas y aún así no todas llegan a los pacientes que las necesitan. Sin acceso al apoyo de programas de prevención y servicios sanitarios de calidad, el avance mundial no será equitativo. Lograr la cobertura universal de salud significa asegurar que todas las personas reciban servicios sanitarios básicos sin arriesgar caer en penuria económica. Todo esto tiene una importante lado positivo. Como Tedros Adhanom Ghebreyesus, el director general de la OMS, expresó tan elocuentemente: “si los países invierten en lograr avances hacia la cobertura universal de salud, sientan las bases para lograr erradicar la pobreza, mejorar la equidad de género, garantizar trabajo decente y crecimiento económico y mucho más.”
Lograr la cobertura universal de salud es uno de las metas sanitarias de los Objetivos de Desarrollo Sostenible (SDG) y será el enfoque de la Reunión de Alto Nivel de las Naciones Unidas (UNHLM) en septiembre de este año. Las alianzas contribuyen a esta meta por medio de la capacitación de trabajadores sanitarios, la construcción de infraestructura (como instalaciones de estudios médicos) y el brindar programas educativos a escuelas y a organizaciones comunitarias para promover la prevención. Por ejemplo, UHC2030 (una campaña mundial para lograr la cobertura universal de salud) une a diversos actores para abogar por el compromiso político, fomentar el diálogo y facilitar la comunicación para fortalecer los sistemas de salud. Estas colaboraciones tan cercanas eran tan solo un sueño en décadas pasadas y solamente triunfarán si garantizamos la confianza mutua.
[1] The Business Environment and Enterprise Performance Survey (BEEPS)
Este artículo fue publicado originalmente en el sitio web de IFPMA. Bajo el nombre Ethical business stimulates best value in health economy