La industria biofarmacéutica debe seguir investigando e innovando, y los países tienen que prepararse para cubrir las necesidades de salud de sus ciudadanos.
Ciudad de México a 31 de octubre de 2022. La biotecnología ha acompañado de una u otra forma a la civilización durante siglos. Pero en tiempos más recientes la palabra se ha vuelto casi indisociable de una de sus aplicaciones más útiles y prometedoras: la biofarmacéutica. Desde las enfermedades óseas hasta los cánceres, pocas son las áreas de la medicina que no se han visto beneficiadas por el desarrollo de productos biotecnológicos. Ahora, el reto es que la población tenga acceso a todas estas innovaciones en beneficio de su salud.
En entrevista para la Asociación Mexicana de Industrias de Investigación Farmacéutica (AMIIF), el Dr. Max Saráchaga, director Médico de Amgen México, explicó que, en el contexto de la industria farmacéutica, la biotecnología se aplica en la fabricación de medicamentos por medio de bacterias o células vivas. “Para ello, se modifica el código genético de una célula para que fabrique una proteína, como puede ser la insulina y muchísimas otras más hoy en día.”
El avance de la biofarmacéutica no se va a detener, porque permite desarrollar medicamentos con una eficacia mucho mayor a los que se tenía antes. El primer medicamento biotecnológico fue precisamente la insulina humana, que se desarrolló en 1982, con la ventaja de poderse fabricar en la cantidad y momento requeridos por los pacientes.
El Dr. Saráchaga informó que en la historia de la biotecnología aplicada a la medicina, el primer paso fundamental fue la descripción de la doble hélice del ADN, en 1953, por James Watson y Francis Crick. Luego, a finales de los años 60 y principios de los 70, se aprendió a manipular el ADN, a cortarlo y pegarlo. Finalmente, a mediados de los años 70, comenzó la fabricación de anticuerpos monoclonales.
Horizontes ilimitados para la salud
“En años más recientes, el desarrollo de tecnología para secuenciar el genoma humano nos ha permitido entender con mayor precisión las razones de diversas enfermedades, y determinar cuál es el mejor tratamiento –una proteína, un anticuerpo monoclonal o un pepticuerpo, por ejemplo– según las características que el padecimiento presenta en cada individuo”, apuntó el Dr. Max Saráchaga.
En 1989 aparece la eritropoyetina, que tuvo importancia histórica para los pacientes con enfermedad renal crónica que deben someterse a diálisis. En los últimos 20 o 25 años, la biotecnología ha experimentado un boom y el número de moléculas de origen biotecnológico en desarrollo es enorme, así como el número de aprobaciones anuales por parte de las diferentes agencias regulatorias como la FDA y la EMA.
“Esto nos ha permitido hacer tratamientos personalizados, por ejemplo, para pacientes con enfermedades graves, particularmente cáncer, pero también para salud cardiovascular, salud ósea y procesos inflamatorios. Por ejemplo, el cáncer número uno en niños es la leucemia linfoblástica aguda. Hace 40 años, esta enfermedad era mortal en el 100% de los casos. Hoy en día es posible curar al 85% de los niños con medicamentos biotecnológicos e inclusive conseguir la remisión”, abundó el Dr. Saráchaga.
Otras áreas fundamentales son las enfermedades inflamatorias, como la artritis reumatoide. En el caso de la osteoporosis, a biotecnología también ha sido crucial en el desarrollo de tratamientos que ayudan al paciente a disminuir el riesgo de fractura. “Gracias a la biotecnología, hay medicamentos que permiten construir hueso nuevo y reducir más ese riesgo, de manera muy significativa: 70% en cadera, 70-80% en columna”, informó el director médico de Amgen.
El reto del acceso
Aunque la fabricación de medicamentos biotecnológicos es un proceso complejo, los mayores desafíos tienen que ver con el acceso y el marco regulatorio. El Dr. Saráchaga subrayó que los cuellos de botella para que los medicamentos estén disponibles para todos los pacientes que los requieren no están en la manufactura, sino en el acceso.
“En este sentido, las preguntas son: ¿Qué tenemos que hacer para que todo aquel paciente que requiera un medicamento biotecnológico lo pueda obtener? ¿Cómo disminuimos la inequidad en el acceso? Las agencias regulatorias en todo el mundo, incluido México, han tenido que adecuarse a gran velocidad a la evolución de la biotecnología. Ha habido un aprendizaje, pero permanentemente se presentan nuevos desafíos en este campo, que se tienen que solventar en el camino”, señaló Max Saráchaga.
¿Hacia dónde va la biotecnología médica en el futuro?
En general, los avances se concentrarán en atacar las enfermedades que se han convertido en un problema de salud significativo, como el cáncer. “Hay cánceres que eran mortales hace algunos años y que hoy se pueden convertir en enfermedades crónicas o curarse. Otra área muy significativa es la de las enfermedades cardiovasculares, que crece de manera exponencial y donde los retos son similares. Hacia esas áreas debemos enfocar la innovación. La industria biofarmacéutica debe seguir investigando e innovando, y los países tienen que prepararse para cubrir las necesidades de salud de sus ciudadanos”, concluyó el Dr. Saráchaga.
Para leer la entrevista completa en la revista Tamiz Cuatrimestral marzo-junio de la AMIIF, da clic aquí.