Las efemérides siempre me han provocado sentimientos encontrados. Por un lado, son una maravillosa oportunidad para recordar un acontecimiento, conmemorar un hecho notable o llamar la atención de gobiernos y personas en general sobre problemas de salud y movilizar apoyos. Son días para crear conciencia. Pero, por otro lado, muchas veces esa “creación de conciencia” se circunscribe a un solo día, que llenamos de eslóganes y promesas, y el resto del año nos olvidamos de ello.
Pienso en esto a propósito del Día Mundial de la Cobertura Universal de Salud que se celebró el 12 de diciembre y cuyo eslogan fue “sin dejar atrás la salud de nadie: Invertir en sistemas de salud para todos y todas”. No hay manera de no contrastar este lema con los datos más recientes del Coneval: “a nivel nacional, entre 2018 y 2020, se observó un aumento de la población con carencia por acceso a los servicios de salud al pasar de 16.2% a 28.2%, lo cual representó un aumento de 20.1 a 35.7 millones de personas en este periodo. Lo anterior significa que en dos años hubo un aumentó de 15.6 millones de personas que reportaron no estar afiliadas, inscritas o tener derecho a recibir servicios de salud en una institución pública o privada”.
La cobertura universal de salud es un trayecto único para cada país que está condicionado por sus necesidades y prioridades especificas. No hay un enfoque único para todos, pero lo que es indudable es que a la cobertura universal de salud no se llega a golpe de eslogan. Cada país debe invertir los recursos necesarios para lograrlo y debe priorizar qué servicios de salud cubrir, qué grupos de población beneficiar, cómo pagar por esos servicios y cómo garantizar una atención sanitaria eficaz, eficiente y de calidad.
Y si bien no hay recetas únicas hay una serie de recomendaciones que vale tener en mente, por ejemplo:
- Mantener la calidad de la atención primaria de salud: La atención primaria de salud y los sistemas de salud resilientes son la piedra angular de la cobertura universal de salud. Son los que permiten que la cobertura universal de salud sea inclusiva, para garantizar que nadie se quede atrás.
- Invertir más y mejor en salud: Para que la cobertura universal de salud se convierta en una realidad se requieren mecanismos de financiación suficientes, sostenidos e innovadores y se necesitan nuevas alianzas. Debemos trabajar juntos para asegurar que se inviertan más recursos, pero también que se inviertan mejor y eficientemente.
- Mejorar el acceso a medicamentos y vacunas: El acceso a vacunas y medicamentos seguros, eficaces, de calidad y asequibles permite prevenir, gestionar o incluso curar enfermedades. Las tecnologías médicas innovadoras son un factor clave para la buena salud y el bienestar.
La cobertura universal de salud y la innovación promueven el progreso continuo de la salud mundial y el bienestar para todos, pero para lograrlo hay que pasar del eslogan a la acción, a las alianzas y a las inversiones. Solo así lograremos realmente que nadie se quede atrás.
Publicado previamente en El Sol de México.