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L os esfuerzos del Sector Salud para el tratamiento y la eliminación de las enfermedades infecciosas han tenido excelentes resultados; gran parte de las metas propuestas se ha alcanzado e incluso rebasado en temas como la mortalidad materna e infantil. Sin embargo, la mejoría en estos factores da pie a otras condiciones que, por positivas que sean, se convierten a su vez – de manera indirecta – en factores de riesgo para la aparición de enfermedades no transmisibles (ENT).

Uno de esos factores, por dar un ejemplo, es el incremento en la expectativa de vida, que se ve reflejado en una pirámide poblacional cada vez más dominada por adultos, y es precisamente entre adultos mayores de 40 años en donde la mortalidad por ENT predomina, siendo esta última la principal causa de pérdida de años de vida saludable (AVISA) en nuestro país. De acuerdo a los indicadores mostrados en el Informe sobre la salud de los mexicanos 2015, la diabetes y las cardiopatías isquémicas son las causas más importantes de pérdida de AVISA a nivel nacional por lo que los servicios de salud pública se han abocado al desarrollo de programas para el combate a estas afecciones.

El Sistema de Salud en México se enfrenta por este motivo ante el problema de desarrollar estrategias adecuadas para atender las enfermedades crónicas de una población cada vez más vieja y con malos hábitos de dieta y actividad física, tomando en consideración la situación que esto genera en términos de discapacidades y afecciones que requieren de tratamientos de largo plazo. Además de requerir programas de diagnóstico y prevención, la atención continua presenta cada vez una mayor necesidad y por lo mismo se requiere de capacitar personal especializado, así como de impulsar la inversión en investigación y desarrollo.

De la misma manera, conforme aumenta el número de habitantes y estos habitantes tienen una esperanza de vida cada vez mayor, se requiere de una mayor infraestructura hospitalaria y mayor producción de medicamentos y equipo. Todo esto se traduce en una cuidadosa distribución de recursos que depende de las características particulares de cada región. El Plan de acción mundial para la prevención y el control de las enfermedades no transmisibles 2013-2020 de la Organización Mundial de la Salud considera la importancia de la participación de los diferentes sectores de la población en la creación de alianzas entre la sociedad civil y organismos e instituciones, públicos y privados, a fin de fortalecer los sistemas de cobertura sanitaria universal.

La asignación de recursos humanos y materiales, y particularmente la cobertura de las necesidades de capacitación apropiadas para cada zona del país, requiere de un análisis adecuado de las condiciones peculiares de dichas zonas. Es indispensable contar con el apoyo de mecanismos que permitan apreciar el panorama de la salud en su máxima extensión, como el Sistema Nacional de Vigilancia Epidemiológica, el Instituto Nacional de Estadística y Geografía, o los estudios de la Carga Global de la Enfermedad elaborados por el Instituto de Medición y Evaluación de la Salud de la Universidad de Washington. Los datos recabados y los análisis elaborados por este tipo de instituciones permiten definir las necesidades particulares de cada región, dentro de un marco global que integre a las regiones aledañas y de esa manera formar una red de apoyo realista y eficiente.

El trabajo conjunto y coordinado entre las autoridades, los organismos no gubernamentales, la sociedad civil y las asociaciones como AMIIF, forma la base en la que se asienta el desarrollo del cuidado de la salud de nuestra población.[/mk_dropcaps]

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