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¿Cómo sabemos que los medicamentos, los tratamientos y los aparatos usados en los servicios de salud en México son eficaces y seguros?, ¿cómo se determina su eficiencia?

La respuesta es: por medio de la investigación clínica.

La investigación clínica es el método que nos permite aprender a prevenir, diagnosticar y tratar las enfermedades que nos aquejan. Desde el experimento dietético del rey Nabucodonosor hace 2,500 años, pasando por las pruebas sugeridas por Avicena para verificar la eficacia de los remedios médicos en su Canon de Medicina en el 1025 EC, el accidental y afortunado ensayo clínico de Ambroise Pare en 1537 con los soldados heridos en batalla, y el experimento llevado a cabo en 1747 por el médico inglés James Lind para curar el escorbuto en los marinos, la investigación clínica ha salvado millones de vidas al ayudar a los médicos a determinar causas y tratamientos para las enfermedades.

La farmacología clínica es una parte de vital importancia en todo el proceso de investigación, y la AMIIF está dedicada a impulsar su desarrollo y a fomentar la inversión requerida; los beneficios que se obtienen de la investigación clínica van desde el objetivo primordial de robustecer el sector salud hasta el apoyo a la economía del país al coadyuvar al liderazgo de México en materia de innovación farmacéutica, permitiéndonos competir en el mercado y atrayendo así aún más inversión.

La investigación clínica es un área en la que no se pueden escatimar recursos: la salud pública en México está en juego y la calidad debe ser la más alta. Los procesos involucrados en la investigación son largos, meticulosos y laboriosos; los protocolos deben ser diseñados y seguidos cuidadosamente para mantener los márgenes de seguridad al máximo y los riesgos de error al mínimo. Esto representa una erogación considerable pero que puede ser también muy redituable, en particular tomando en cuenta las herramientas con las que contamos actualmente en materia de tecnología de la información y el uso de proyectos de colaboración que permiten amortizar algunos costos e incluso conseguir ‘retornos de inversión’ superiores, como lo ha demostrado la Iniciativa para la Salud de la Mujer (Women’s Health Initiative) que, de acuerdo a un trabajo presentado en la publicación Annals of Internal Medicine, ha tenido un retorno económico de 140 dólares por cada dólar invertido.

México tiene una larga historia en torno a la medicina y la investigación, tanto en su desarrollo como en su regulación. Ya en épocas de la colonia se habrían establecido normas para la vigilancia de las prácticas de higiene y salud pública, así como el buen ejercicio y enseñanza de la medicina.

Ahora bien, la regulación puede representar un obstáculo si no está adecuadamente estructurada y fundamentada, además de alineada con las normas y recomendaciones internacionales. De ahí que en México se haya emitido la Norma Oficial Mexicana NOM-012-SSA3-2012 en apoyo a la Ley General de Salud y sus reglamentos, la cual no sólo establece criterios normativos para la investigación, sino que nos pone en mayor concordancia con diversas normas observadas por la mayoría de los países, impulsando la competitividad y abriendo el camino para una mayor y mejor investigación clínica en el país.

Si vemos el apoyo a la investigación clínica como una inversión, –porque eso es, en realidad–, podremos proyectar con más facilidad los beneficios y las ganancias que se obtendrán, empezando por la salud de la población que, como ya lo hemos mencionado, es un factor primario en la economía del país.

Fuentes:

-Investing in Clinical Research for the Public Good. Medscape. Junio 26, 2014.

-Bhatt A. Evolution of Clinical Research: A History Before and Beyond James Lind. Perspectives in Clinical Research. 2010;1(1):6-10.

-Flores M. La Importancia de la Regulación Sanitaria en la Investigación Clínica en México NOM-012-SSA3-2012. CANIFARMA. Diciembre 2, 2015.

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